MISTICISMO Y DEVOCIÓN
Todo hombre tiene añoranza de la experiencia mística. Y es que todos hemos tenido en la vida algunos momentos en que hemos sido agraciados por alguna forma de “éxtasis”. La vida estética, amorosa o religiosa ha tenido un instante irrepetible en el que hemos experimentado “salir fuera de nosotros mismos” y ser corrientes subterráneas desconocidas de ósmosis clandestinas donde las fronteras sociológicas confesionales desaparecían y se esfumaban.
Y es que sirviendo de “humus nutricio” de las tres religiones estaban los santos, los sabios y los místicos, entre los cuáles no existía la “guerra” sino que vivían “en espíritu y en verdad” una paz fecundísima. Averroes, Maimónides, Avicena, Tomás de Aquino, Ramón Lull...
Las “comunidades espirituales” fueron un fenómeno común a las tres religiones. Los “maestros de espíritu”, santos, poetas y místicos eran reconocidos por el pueblo de fe sencilla. No todos hemos sido siempre sectarios y fanáticos.
Para los tres grupos la metáfora del “amor nupcial” era la mejor expresión del amor divino y la fuente de inspiración para la experiencia mística. Los santos de la estirpe de Abraham vivían su misticismo no perdidos en las nebulosas y horizontes oceánicos, sino viviendo el éxtasis en el abrazo “erótico” del Amado y la amada.
Más que “fusión evanescente” era un amor concreto, con metáfora carnal, donde el vino y el “mosto de granadas” se escanciaba en la fiesta del amor.
En grupos, monasterios, cofradías, de la España cristiana y musulmana se recitaban poemas y se vivía la música comunitaria, “motiva a devoción”, que invitaba a la vivencia mística. Es la “devoción popular de hondura afectiva y entrañable” como expresión del amor divino. Es posible el “éxtasis” comunitario, cuando en espíritu de adoración sencilla los hombres se inclinan ante la majestad cercada de Dios. La “Samá” andalusí y la “saeta” andaluza nos muestran este tesoro. Debemos conservarlo y contemplarlo como un valor universal irrepetible.
FRANCISCO CABALLERO/EDUARDO PANIAGUA
CANTOS DE LA COFRADÍA AL-HARRÁQIYYA
“El sufismo es la interioridad del Islam”. Roger Garaudy
“El sufismo es la vía mística del Islam. Representa el combate espiritual (jihád) que exige la purificación del espíritu por la ascesis, la contemplación (musháhada) y la invocación de Dios (dhikr)”.
“La escucha de la música sufí puede tener dos actitudes. Un tipo de hombres escuchan las palabras y deducen una admonición. En cambio otros escuchan discriminadamente a través del corazón. Este tipo de hombres escuchan la melodía que es el alimento del espíritu, cuando están nutridos culmina su propio estado espiritual con el abandono del gobierno del cuerpo, es entonces cuando aparece en los que escuchan una conmoción y una agitación interna”.
Kalábádhí (m. 990)
El maestro espiritual de la cofradía (záwya) al–Harráqiyya de Tetuán, ciudad situada en la región norte de Marruecos, es sídí Muhammed al-Harráq. Nacido en Chefchaoven, fue en Tetuán donde se instala y donde va a divulgar los principios del camino místico de su maestro Múláy L-'Arbí d-Drqáwí. Su árbol genealógico se remonta a Múláy 'Abd s-Salám Ibn Mashísh (m. 1226), gran iluminador del occidente musulmán y maestro del célebre sufí Abú L-Hasan ash-Shádilí (m. 1256). La cadena de antecesores de Ibn Mashísh remonta hasta uno de los compañeros y yerno del profeta Muhammad, sayyiduná 'Alí Ibn Tálib.
Al-Harráq fue un gran conocedor de las ciencias esotéricas y un gran poeta. Su discípulo Múláy L-'Arbí d-Dilá'i r-Rbátí cuenta el siguiente testimonio: “En relación a la literatura y la poesía fue único en su época. El reconocimiento de sus dones excepcionales está certificado por sus contemporáneos”. Los pilares de su enseñanza son: dhikr (rememoración y letanías repetitivas), mudhákara (diálogo), ‘ilm (ciencia y saber) y mahabba (amor). Enseñó su saber durante una treintena de años y al morir en 1849 fue enterrado en el seno de su propia cofradía que se situaba junto al cementerio de Tetuán.
La copia que nos queda de su antología de poesía (díwán), se la debemos a su discípulo d-Dilá’i, y está considerada como uno de los repertorios más conocidos y populares de Marruecos. Constituye una referencia de primer orden en las reuniónes (maj’lis) de los círculos sufíes, que parten de la poesía mística de ‘Umar Ibn al-Fárid (Cairo 1181-1235) y de Abi L-Hasan al-Shushtarí (Guádix 1212-Tina 1269). Este fondo poético constituyó un material fértil para las composiciones musicales que se han cantado en la mayoría de las cofradías de Marruecos. La taríqa (camino místico) al–harráqiyya conoció una expansión extraordinaria gracias a sus discípulos, especialmente a d-Dilá’i. Esta cofradía de Tetuán es conocida por su tolerancia en lo que concierne a la utilización de instrumentos musicales, siendo estos apreciados por el sheij (maestro) y por los murídín o fuqárá (discípulos). Con ocasión de las celebraciones religiosas del ciclo anual, en la cofradía Harráqiyya se comienza con la interpretación de las núbas, especialmente Raml L-Máya e Isbihan, utilizando los versos panegíricos religiosos como soporte poético. Seguidamente se pasa a los cantos sufíes hasta que los discípulos no pueden contener el movimiento interior de su alma y con el signo aprobatorio del sheij toda la comunidad se pone en pie iniciando la ‘imára o hadra (danza mística). En ese momento los instrumentos musicales son abandonados y es el estruendo del tbel (tambor) el que toma protagonismo.
ADWÁR (CANTOS DEVOCIONALES)
Los primeros adwár (cánticos) elegidos para esta grabación son de un ritmo alegre y vivo que trata de imitar el ánimo del alma cuando se encuentra en el zénit de su inspiración divina. Derrama un chorro de energía benéfica a los espíritus aletargados en una vida material que no es capaz de colmar el anhelo espiritual. Gracias al célebre músico de Tetuán Abdessádaq Shqára (1931-1998), discípulo de la Cofradía al-Harráqiyya, esta música es muy popular en Marruecos, ya que ha sido cantada en muchas ocasiones religiosas y profanas.
El interludio vocal con respuestas instrumentales (muwwal) toma el modo zrga común de la cofradía. Los poemas utilizados son de Sidi Muhammed al-Harráq, excepto el segundo que es de su discípulo d-Dilá’i, en el que cita a su maestro como su iniciador en la vida mística. El último verso cantado es una oración en el metro mutaqárib.
AL-ÁDHÁN
El texto de esta llamada a la oración se basa en la confesión de la fé (shaháda) que constituye el pilar fundamental de los cinco preceptos del Islam. Desde lo alto del minarete de la mezquita esta llamada a la oración se realiza cinco veces según las cinco preceptivas oraciones de cada día: la primera comienza con la salida del sol (subh), la segunda cuando el sol está en su zénit (zhuhr), la tercera entre el zénit y el ocaso del sol, la cuarta a la hora de la puesta del sol (al-maghrib), y la quinta se realiza entre una y dos horas después de la anterior (al-’ishá’).
EL CORÁN
La salmodia del Corán, o el arte de su recitado, consiste en la lectura del texto del libro santo del Islam siguiendo reglas estrictas muy elaboradas que constituyen la ciencia designada con el nombre tarthíl y tajwíd. En la escuela coránica el alumno (tálib) comienza a los cincoMISTICISMO EN LA ZÁWYA-COFRADÍA
Entre los siglos XIII y XVIII el mundo musulmán vive un período en el que Occidente se va adueñando de una gran parte de la tierra conquistada por el Islam (Dár al–Islám), pero es este periodo el del despertar del sufismo con una renovación continua de las cofradías, dando lugar a nuevas ramificaciones.
La cofradía Shádiliyya fue fundada por el célebre místico sevillano Abú Madyan (m.1197 en Tremecén) y ´Ali Shádilí (m.1256 en Egipto), estando hoy activa con ramificaciones en el Magreb, Egipto y Turquía. Derivación de la Shádhuliyya es la cofradía Jazúliyya, fundada en Marruecos por Abu ´Abd Alláh al Jazúli (m.1465), activa hoy en día. Una de sus ramificaciones es la cofradía Darqáwa, fundada por al Darqáwi (1760-1823), también hoy en activo, y que a su vez está ramificada, siendo sus derivaciones las cofradías Kttániyya y Harráqiyya, cuyo fundador al-Harrák (siglo XVIII) es el autor de algunos de los poemas recogidos en la presente grabación. Estos se cantan hoy especialmente en las cofradías de Tánger y Tetuán de Marruecos, a las que pertenecen los cantores solistas que los interpretan.
Completan este disco poemas del místico granadino Al– Shushtarí (1212-1269).
La cofradía Harráqiyya toma la linea de un retorno integral a Dios por el camino de un estado místico a través de la intensa elaboración del dhikr colectivo (llamada, recuerdo, evocación, invocación y recitación del Corán y de las enseñanzas de los maestros espirituales).
Este dhikr colectivo puede ser mas o menos rítmico, acompañado de movimientos de cabeza o del cuerpo entero, o de la mas estricta inmovilidad. Puede dar lugar también a audiciones místicas (Samá´) de música y cantos , e incluso a una verdadera danza como el caso de los derviches giróvagos , o el de los faquires marroquíes que tomados de la mano saltan y se inclinan al ritmo de la música y la respiración sonora, que no es otra cosa que el nombre de Alá.
Los cantos sufíes integrados en la Samá´ son la otra cara de la música andalusí al apropiarse los textos religiosos y místicos de los modos andalusíes. Estos modos a menudo se han refugiado en el mundo interior de los cantos de las cofradías, cuando el ambiente cortesano era hostil a su presencia musical, o en momentos de peligro producidos por los colonizadores occidentales.
El ritmo tiene un lugar importante en las ceremonias. Relaciona el canto con la danza, imprime fuerza y da carácter al repertorio. La riqueza melódica y rítmica creada y guardada en las cofradías es enorme, teniendo un lenguaje que se percibe en tres niveles: el simbólico, el verbal y el musical.
EDUARDO PANIAGUA