MÚSICA PARA LA IGLESIA MUDÉJAR DE SAN MARTÍN DE CUÉLLAR
La realidad histórica de la España medieval está configurada por la convivencia de las tres castas: cristianos, judíos y musulmanes.
Uno de los aspectos más sugerentes de esta integración se manifiesta en el mudejarismo, entendido como proceso de islamización de la sociedad hispánica desde la Edad Media hasta siglos después, en la pervivencia de costumbres, oficios, técnicas artesanales y manifestaciones artísticas.
Otro aspecto del mudejarismo es la influencia cristiana en los musulmanes, criticada por los autores árabes de la época.
Imágenes emblemáticas de estas dos caras de la moneda son las miniaturas de las Cantigas de Santa María y del Libro de Ajedrez, Dados y Tablas de Alfonso X el Sabio, con escenas de musulmanes jugando con caballeros y damas cristianos y judíos.
Comúnmente se entiende como mudéjares, del árabe "mudayyan", sometido o tributario, a los musulmanes que no emigraron y permanecieron bajo el poder político de los reinos cristianos.
Como categoría artística el mudéjar se asimila al arte románico y al gótico cristiano islamizado profundamente, y no solo a la simple yuxtaposición de formas decorativas islámicas sobre estructuras arquitectónicas occidentales.
El mudéjar no es un estilo circunstancial, sino la opción artística de la expresión de una cultura propia, diferente al arte cristiano europeo, elegido en iglesias y palacios, no sólo por los ciudadanos, sino también por la clase dominante para su arquitectura.
La selección, instrumentación y ambientación de la música de este disco está inspirada en la iglesia mudéjar San Martín de la ciudad de Cuéllar, en la provincia de Segovia de la región de Castilla y León.
Eduardo Paniagua
CULTURA DE FRONTERA
Tras la conquista de Toledo en 1085, Alfonso VI comenzó la repoblación y la fundación de ciudades. “La tierra de nadie se convirtió en tierra de todos.”
Y llegaron del norte: Galicia, Tierra de Burgos, La Rioja, Navarra y Vasconia. Del sur: moros de Toledo. De todas partes o de ninguna: los judíos.
Y se encontraron con algunos -pocos- que estaban desde hace tiempo: descendientes de antiguas poblaciones árabes visigodas, hispano-romanas e incluso con reminiscencias celtíberas.
Unos trajeron su saber trabajar la tierra, las técnicas de riego o la albañilería, otros esperanzas y futuro y todos dejaron casas, amigos, familias, hambre y paisajes. Entre todos construyeron una cultura de frontera y una comunidad de hombres libres “la comunidad de villa y tierra”.
TIERRA DE NADIE
“Lo que dejaron y lo que trajeron...” Que dejaron: barcas, nieblas, hayedos, llaves de las casas, familias, amigos, ajuar, puertas de las casas, redes. Que trajeron: olores, colores, manos, tecnologías herramientas, religiones, canciones, niños, semillas, amantes de la libertad y la fortuna, etc...
La Extremadura castellana, las tierras del río Duero, se hicieron un espacio de convivencia. “Los hombres abandonaron sus antiguos solares en busca de libertad y de fortuna, pero jugándose la vida en el envite”. “Un islote de gentes libres en Castilla”, pero los árabes que trajo Alfonso VI desde Toledo eran “sometidos” mudéjares.
EL MUDÉJAR, EL ARTE MÁS GENUINAMENTE ESPAÑOL
Un arte hecho de ventanas y puertas, de líneas geométricas, de elementos decorativos -vegetales y epigráficos- de repetición y ritmos, de oración colectiva y espacio individual.
Lo decorativo no es superficial, tiene un profundo sentido. La ausencia de iconografía, aunque el mudéjar la tiene después, también tiene un sentido.
La albañilería mudéjar es la manifestación artística genuina de un momento histórico en Castilla y León que se concreta singularmente en Cuéllar.
La iglesia de San Martín refleja la belleza y el misterio de lo vivido, de lo que se llenó, contempló, vibró y tembló y ahora está vacío, callado.
Entrar en esta iglesia es comenzar un viaje. Un pequeño viaje iniciático del que nunca se regresa impune, del que retornaremos distintos, más viejos pero algo más sabios. Un viaje hacia un universo, hacia un mundo singular, el de la frontera, el de la mixtura y convivencia de culturas. En este recorrido nos adentramos en la tierra de nadie, participamos en la emigración, compartimos el abandono y la añoranza y el futuro y la esperanza -lo que dejaron y lo que trajeron-, el descubrimiento del otro y el nacimiento de la identidad, una cultura de “hombres libres” y “sometidos”. Todas esa memoria, esa cultura no está perdida sino atesorada en un espacio vacío, en un ciudad, en unos rostros, en el fondo de arena de unas miradas, de unos gestos, esperando ser redescubiertos.
Entrar en una iglesia mudéjar es penetrar en un universo donde cada pieza tiene su sentido, es recuperar aromas, es abrir ventanas y puertas, zaguanes que esconden olores y sabores, signos y símbolos de tierra, marcas en la piel, canciones, juegos de niños, memoria y recuerdo, sonidos de oraciones y gritos, barrios, calles y espacios que habitaron sinagogas, que escucharon los cantos de los muecines, de los soldados, de los clérigos, es acercarse al punto donde la ciudad aunque parece dormida, palpita.
ARTE EFÍMERO/ARTE ETERNO
“Los repobladores hubieron de improvisarlo todo...” y de esa vida de frontera, de peligro, inseguridad y esperanza, fusión de culturas y saberes surge este arte efímero, circunstancial, humilde pero casi eterno.
Las grandes piedras del páramo están lejos, en tierra de peligro, de razias, y es mejor utilizar materiales cercanos, básicos y humildes: arcilla, barro, pequeñas piedras, agua, cal y madera.
La lana de las ovejas permitió la financiación y así, unos pagaban -el concejo y el cabildo-, los alarifes, albañiles árabes, dirigían y la comunidad -todos- trabajaban.