ROMANCES DEL CID
Se cumple este año el 900 aniversario de la muerte del Cid histórico. Su figura y sus hechos, además de ajustarse a una cronología y a una documentación específicas, han contribuido a lo largo de los siglos a crear un corpus literario –poesía, novela, teatro– cuya más elevada muestra tal vez sea el Romancero. A través de más de cien ejemplos, el Cid va completando su biografía escasa gracias a textos escritos fundamentalmente en los siglos XVI y XVII cuyo conjunto incluye las hazañas más sobresalientes de su vida junto a determinadas circunstancias legendarias atribuidas también a otros personajes heroicos europeos, lo cual contribuye a darle un carácter más universal. Decenas de adjetivos, repartidos en este o aquel romance, van sumando en Rodrigo Díaz una serie de atributos que, según la época en que se analicen, podrían considerarse cualidades o defectos, pero que, en cualquier caso, nos ofrecen un lado humano del personaje con unos valores ejemplares que quedan siempre por encima de las reacciones momentáneas. El Cid recibe los calificativos de bastardo, sañudo, apasionado, bravo, bueno, campeador, valiente, esforzado, noble, lidiador, fuerte, castellano, discreto y hasta labrador (en el sentido de villano) sin que ninguno de ellos se imponga por encima de los otros o los contradiga.
Desde la aparición en 1612 del Romancero e Historia del muy valeroso caballero el Cid, Ruy Díaz de Vivar, debido al empeño de Escobar y reeditado después en casi una veintena de ocasiones, el héroe dejó de pertenecer a la Historia para entrar por derecho propio en el mundo de lo legendario. Cierto que algunos de los hechos narrados en los romances podían ser falsos, pero contribuían a dibujar al personaje con rasgos, ya fabulosos ya ambiguos, en los que se apoyaba la imaginación popular para hacer su propio e interesado retrato.
La selección de romances que aquí se presenta trata de contemplar determinados perfiles de Rodrigo Díaz poco explotados pero interesantes.
Aparece un Cid reflexivo, a veces agobiado por las costumbres o las conveniencias sociales que le obligan a actuar incluso contra sus propias convicciones morales, en ocasiones caritativo, generoso... Es tal la variedad de facetas que a través del Romancero ofrece el héroe que quien hiciera otra selección de textos podría crear un personaje diferente aun siendo la misma la biografía. De todos modos, la conducta de Rodrigo es coherente aunque algunas de sus actitudes o las de los personajes que le rodean sólo se entiendan a la luz de tradiciones pretéritas: la imperiosa necesidad de vengar una afrenta hecha al honor de su padre; la reacción de Jimena pidiéndole al rey que la una en matrimonio con el Cid para evitar su indefensión; la actitud pasiva del de Vivar ante Zamora por haber prometido a la infanta Urraca –con la que pudo haberse esposado antes– que no atacaría sus posesiones; la simpatía hacia Sancho, de quien supone el Romancero que fue compañero de juegos; el poco afecto mostrado hacia Alfonso; la actitud censurable mostrada con los judíos que le prestan dinero para emprender su destierro y que el Cid justifica achacándola a la “infame necesidad”...
Finalmente conviene decir que el lenguaje de los textos seleccionados se ha normalizado y actualizado con el fin de hacer la lectura o la audición más fácil. En lo que respecta a las melodías, algunas pertenecen a la tradición oral y otras son creaciones propias que ya utilicé en anteriores ocasiones para otros textos romancísticos.